jueves, 4 de abril de 2013

Un lugar para quedarse, perdido entre nubes y montañas verdes vivas.
Gente buena en un pueblo alto.
Ganas de salir corriendo montañas abajo
entre las amarillas flores que bañan cada verde rincón.
Las montañas respiran avivando todo alrededor.

Un hombre que hace música y magia,
cada melodía una flecha siguiendo una linea curva
a lo largo del palacio semi circulo de mil grietas
hasta perderse. Emoción, alegría y algo de nostalgia
tras cada rasgueo, cada oración,
tan diminutos en aquel enorme castillo de piedra
que deja ver las nubes, el celeste del cielo,
a través de ese gigante de grietas infinitas.

Con solo las palmas de mi manos en ella apoyar
pude sentir las palabras del río.
Palabras alborotadas, impacientes,
como queriendo abrirse camino.
Un río que habla y expresa
todo lo que esta tierra grita en silencio,
que reclama y advierte

Seguir el camino, sin tiempo ni destino,
sin huellas que seguir, con mucho por vivir.
Me quedé dormida, o tal vez no,
y soñé o imaginé
con esa vida sin fin, y me vi feliz.
Todo un sueño, con los ojos abiertos o cerrados,
ya no recuerdo,
pero mi sonrisa inundaba todo en aquel camino de montañas.

A los tambores, haciéndolos sonar,
y el corazón que bailaba de alegría
sonando al ritmo musical
y que me decía en cada latido
que era así como quería bailar.

Y por ultimo un silencio.
Un lugar que no se el nombre,
una cueva con grietas que dejan entrar el sol.
Una vez más apoyo mis manos,
le digo que la entiendo, la acompaño,
que sé que está viva.
me acaricia, y de nuevo esa energía.